ISAAC NEWTON

Isaac Newton (1643–1727) fue uno de los más grandes científicos de todos los tiempos. De hecho para algunos, como es el caso de Isaac Asimov, el más grande. Newton representó, no solo la culminación científica de los siglos XVI y XVII, sino la transformación intelectual que creó la ciencia moderna y que ha llegado a configurar incluso la vida del mundo tal y como la concebimos hoy día. Científico, físico, filósofo, alquimista y matemático, y autor, entre otras obras, de los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, donde describió la ley de la gravitación universal y estableció las bases de la Mecánica Clásica mediante las leyes que llevan su nombre.
En cierta ocasión alguien le preguntó cómo llegó a descubrir la ley de gravitación universal. Newton contestó: “Pensando constantemente en ello”. Y es muy conocida también la imagen de cómo en cierta ocasión vio caer una manzana desde un árbol y cómo llegó a calcular la atracción que ejerce la tierra sobre todos los cuerpos que caen hacia el suelo. Simplemente veía lo que otros no veían. Y es que el talento o el ingenio, en la rama, ciencia o arte que sea, es sin duda un don. Se tiene o no se tiene. No es que nacer con ello sea mérito o demérito para quien lo tiene. Es solo una dádiva y es así como debe mirarse. No hace a quien lo tiene mejor o peor persona. Simplemente es algo que se ha recibido.
Ese quizá sea al caso de Isaac Newton. Desde que era casi un niño ya mostraba interés en la mecánica y en hacer maquetas de artilugios que funcionaban mucho mejor que los originales de tamaño normal. Sus biógrafos señalan que mucho de su saber lo logró de forma autodidacta. Por ejemplo en matemáticas, óptica o en filosofía natural. Muchas veces a lo largo de su vida se olvidaba de comer o de cenar, para darse cuenta que ya había amanecido. En su libro Isaac Newton: una vida (Cambridge University Press, 1993), Richard S. Westfall describe una anécdota que puede ilustrar muy bien lo que Newton podía lograr:
Compró la Geometría de Descartes y la leyó por sí mismo. Cuando había leído dos o tres páginas, se sintió incapaz de seguir adelante. Empezó de nuevo y avanzó tres o cuatro páginas más, hasta llegar a otro punto difícil. Volvió a empezar y avanzó un poco más. Y continuó así hasta convertirse en dueño de todo su significado, sin haber recibido ningún tipo de ayuda”.
Para ver un poco más su forma de ser, quizá sirva de ayuda la descripción de alguien que vivía diariamente cerca de él. Por ejemplo, el criado que Newton tenía lo conocía bien, y explica:
No le vi nunca practicar ninguna diversión ni pasatiempo, ni montar a caballo para tomar el aire, ni pasear ni jugar a los bolos, u otro ejercicio cualquiera: él creía que cualquier hora que no estuviera dedicada a sus estudios era una hora perdida, y lo cumplía tanto que raramente dejaba su habitación excepto para dar clase en las horas prefijadas donde tan pocos iban a escucharle, y aún menos le entendían, que a menudo a falta de oyentes hablaba, por decirlo así, para las paredes”.

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